miércoles, 17 de junio de 2015

ENTRAÑABLE REENCUENTRO EN MOLINA DE SEGURA, CON EL PAISAJE Y ALGUNO DE LOS PERSONAJES QUE VIVEN EN MI LIBRO AUTOBIOGRÁFICO “HISTORIA DE YO”



<LA MESA PRESIDENCIAL DEL ACTO, (por la derecha) DORI MOLINA,CONCEJALA EN FUNCIONES DE CULTURA, JOSÉ MARÍA LÓPEZ CONESA, CARLOS BERMEJO Y IRELFAUSTINA BERMEJO. Y COMO CONVIDADO EN EL LIENZO QUE LE HICE, MI CUÑADO SALVADOR GARCIA AGUILAR, CUYO NOMBRE LLEVA LA BIBLIOTECA>


<IRELFAUSTINA BERMEJO, DANDO LECTURA A LA BIOGRAFÍA DEL AUTOR DE "HISTORIA DE YO"
<POCOS, PARA LO QUE UNO ESTÁ MAL ACONSTUMBRADO, PERO EL MEJOR DE LOS AUDITORIOS DE LOS QUE PODRÍA TENER: LA GENTE DE MIS RAÍCES VITALES>
<JOSÉ MARÍA LÓPEZ CONESA DURANTE  SU INMEJORABLE ALOCUCIÓN>


<GESTICULANTE Y DISTENDIDO, CARLOS BERMEJO DURANTE SU "DESTAPE" EMOCIONAL Y HUMORÍSTICO>


<LA VIGILANTE DE LOS LIBROS, ANTES DE QUE DESAPARECIERAN PARA SER FIRMADOS>
<CARLOS BERMEJO HABLA SOBRE  SU HISTORIA NARRADA EN EL LIBRO>
<EXCESOS GESTICULARES UN TANTO DESMEDIDOS, DEL AUTOR DURANTE SU DISERTACIÓN>
<TAMBIÉN SE LE SOLTÓ SU VENA HUMORÍSTICA>
<MI PRIMA FAUSTINA Y ESPOSO, EL ALCALDE  EN EL CENTRO ( posicional y político)Y MIS HERMANOS AURORA Y JOSÉ MARÍA: TODOS ELLOS AMIGOS DE TODA LA VIDA>
<JUAN CARLOS BERMEJO, HIJO DE MI PRIMO HERMANO "JUANITO", PERSONAJE ENTRAÑABLE EN MI LIBRO Y EN MI VIDA>
<LA COLA PARA SOMETER AL "CALVARIO" DE LA FIRMA AL QUE YA NO  SE ACUERDA DE  ESCRIBIR A MANO>
<EL REELEGIDO ALCALDE, SIEMPRE ESTÁ DONDE TIENE QUE ESTAR Y NO FALTÓ AL ACTO CULTURA DE LA PRESENTACIÓN DE UN LIBRO, QUE ADEMÁS ESTÁ ESCRITO POR UN AMIGO DE SIEMPRE>


<DIALOGO ENTRE AMIGOS, EL ALCALDE Y EL AUTOR>
<POR FIN, EL SUPLICIO SE FUE ACABANDO>
<Y EL BROCHE, LA FIRMA PARA CONCHITA LA EXTRAORDINARIA MUJER QUE LA SUERTE LE OFRECIÓ AL MAYOR DE MIS SOBRINOS, JOSÉ BERMEJO, AUTOR DEL COMPLETO REPORTAJE FOTOGRÁFICO DE ÉSTA CRÓNICA>

  Ayer tuve en Molina de Segura, un entrañable reencuentro con el paisaje y con alguno de los personajes que viven en mi libro autobiográfico “Historia de yo”, y con una serie de amigos virtuales a los que pude saludar y poner rostro actual al margen de sus perfiles en Facebook, y en especial con familiares a los que hacía mucho tiempo que no veía.
   El acto represento para mí, una vuelta al nido deshabitado por mucho tiempo, del que salí para volar por otros lugares. Pero allí estaban esperándome para recordar juntos, muchos de los amigos que en mi niñez y adolescencia vivían en nidos vecinos y con los que entonces nos enlazamos para siempre, porque en el árbol común de esos primeros años, además de la amista imperecedera, se forjaron los principios base de lo que hoy somos, pese a los matices personales.
   Y allí estaba media corporación municipal, encabezada por el recién reelegido alcalde, Eduardo Contreras y entre ellos la concejala de Cultura en funciones, la popular y querida Dori Molina López, que presidió al inicio la mesa y tras saludar a los asistentes se congratuló de poder tener estos encuentros con escritores, como los que hoy se sienta en esta mesa, que vienen a presentar sus libros y contarnos como se gesta un libro y a darnos la oportunidad de conversar con ellos, hacerles preguntas y con ello seguir promocionado todo lo que tiene que ver con la cultura en general  y en este caso con la cultura local pues se trata de escritores molinenses.
 Tras sus palabras la concejala tomo asiento entre el público y siguió el acto de presentación hasta el final,  juntos a sus compañeros de corporación.
 A continuación, Irelfaustina Bermejo Hernández, sobrina de quien esto escribe y conocida divulgadora cultural, escritora, poetisa y actriz, dio lectura a la biografía literaria del autor de “Historia de yo” y una sinopsis del libro.
  Y ya tomó la palabra, el presentador JOSE MARÍA LÓPEZ CONESA, escritor y docente, filólogo y divulgador cultural, quien en un escrito pieza de gran valor literario que confirmó mi acierto al pedirle a él que me presentara el libro, hizo un  enjundioso repaso de lo que habia encontrado en mi historia, que merece ser reproducido en sus integridad para aquellos que saben degustar la buena e imperecedera literatura de raíz clásica actualizada  con la que José María se expresa:
Casualmente, en una brillante  y literaria narración del crimen de Marquina, el famoso boticario residente en Molina, tuve  ocasión de conocer a Carlos. El pormenorizado relato del infausto suceso, conocido por muchos paisanos y vivido por otros  tantos en los primeros años de nuestra vida, en la década de los cincuenta, cuando Molina era un pueblo de vecinos y las noticias corrían como reguero de pólvora, me retrotrajo a mis primeros años de niño, época inolvidable que deja profundas huellas en el alma de todos los mengajos que pasábamos casi todas las horas del día pisando calle bajo la inmensa carpa del cielo.
Aquella forma casi subliminal de contar tamaña tragedia fue un aldabonazo a mi conciencia. Me quedé absorto, sin pestañear, mientras Carlos Bermejo mantenía a la concurrencia que le escuchaba con el alma en vilo regocijándonos con su docto verbo. Un encanto, el regusto de tan bella exposición.
Descubrir la para mi desconocida faceta literaria de Carlos Bermejo me produjo una extraña mezcolanza de pena y alegría. Pena, porque dos hombres con mucha vida a cuestas apenas sabíamos uno del otro la gozosa ilusión por las letras que hubiéramos podido compartir muy a menudo. Y, a la vez, alegría, ya que, como dice el refrán, nunca es tarde si la dicha es buena. Así, me enganchó el ansia de conocer a este insigne hijo de Molina nacido en el seno de una de las familias  más populares y prolíficas de este bendito pueblo.
No  entra dentro de lo hiperbólico, tras haber investigado la persona de Carlos, proclamar a los cuatro vientos que Carlos es un vasto talento enciclopédico. Tengo constancia de su amplio conocimiento de la historia del arte, de su sensible pincel de marinas, bellísimos cuadros policromados en los que plasma con antológico realismo tres elementos  constantes: el mar, el cielo y el barco, de sus incontables horas de lectura, de su poder de captación de socios que se aglutinan en la Asociación de artistas alicantinos y para completar con brevedad su biografía, su labor literaria que culmina, por el momento, con esta Historia de Yo y a la que han precedido otros escritos: “Mirar un cuadro y algo más” y “Sorolla pintor de la luz”, en colaboración.
Por razones de vecindad y cotidiana convivencia he mantenido estrecha relación amistosa con varios de sus hermanos y hermanas, primos, sobrinos y otros muchos familiares cercanos. No en vano, la familia de “los sastres” hunde sus raíces en la atávica y profunda historia de nuestro pueblo. Y mi familia “los canelos” es igual de ancestral y portadora de similares valores e inquietudes con ribetes  seculares adornando un honesto y armónico proceder en los variopintos aconteceres de la fratricida contienda civil.
Pero de Carlos sólo sabía de su existencia, de su profesión militar. Hoy día, como alumno interesado, he recopilado novedades, he ampliado mis conocimientos apilando en la recámara del cerebro datos e informes que me han llenado de felicidad. Y para colmo de gozo, se planta en mi vida un hombre bien dotado de amor al arte de las letras y cultivador del arte pictórico. Lo de bien dotado lo haré extensivo en otras parcelas sui generis a lo largo de la puesta de largo de esta obra HISTORIA DE YO, una autobiografía verdaderamente singular, explícita, deletreada “a riego portillo”, donde el autor nada, o casi nada deja a la imaginación del lector.
Carlos, presumo, es un artista en cuerpo y alma, pero no al uso.  Sus escritos, para un lector lego, bien podrían ser intencionadamente provocadores, pero nada más lejos de la realidad. Volcar en un escrito el ardiente fuego de la incipiente sexualidad puberal   a pecho descubierto, sin tapujos solo es propio de personas desinhibidas que saben hasta donde pueden llegar en la exposición de los hechos sin mácula, sin la tacha de la zafiedad, lo escabroso  y lo soez.
Su hermana  Aurora, comentando la valiente exposición de Historia de Yo, me hizo comprender la causa de literatura tan audaz. “Mi Carlos –me dijo- siempre ha vivido en otros ambientes”.
Distribuido en dos largos apartados, nos cuenta Carlos sus vivencias más íntimas Y si bien hay que resaltar su tendencia a describir las aventuras amorosas, el despertar de la carne (Carlos siempre ha  tenido la carne despierta) con el más puro realismo, no exento de cierto encanto poético, nada vemos de chabacano, obsceno y de mal gusto. Eso sí, Carlos priva al lector de forzar su imaginación, ya que el plato le es servido ya muy bien sazonado, sin precisar más adobe. Y los platos, rebosantes de excelentes viandas,  son innúmeros y para todos los gustos.
Esta autobiografía la inicia Carlos con los muchos recuerdos de su niñez y se trasluce de su lectura el insuperable amor de sus progenitores y el inmenso calor de hogar en el que se movía el pequeño rubio de pelo rizado. La impronta que la familia dejó en él ha sido una constante durante toda su vida. Admirable panegírico en loor de José María el sastre y María la de Ignacio, en el que se ensamblan a la perfección el resto de sus hermanos y hermanas.
Esta tarde no voy a convertirme en el destripador de Historia de Yo.  Acaso, unos tenues pergeños que conviene calibrar bajo el prisma de una crítica nutrida de pasión poética. Es el lector quien puede desentrañar en esta novela las andanzas de  su autor y analizar la palpable realidad de lo escrito. Cualquier otro cometido, amén de no verlo procedente, sería una fatua manera de   usurpar a los buenos lectores un puesto que no me corresponde.
En líneas generales este libro es un amplio muestrario de emociones sexológicas, de represiones  irreprimibles, de avanzadillas, enhiesta la bandera, a la conquista de cuerpos y almas.
Relata Carlos con toda suerte de detalles una niñez plena de atenciones por parte de sus siete hermanos, de las doncellas, de sus padres, en especial de la madre, su gran maestra, protectora y educadora en un ambiente de religiosidad católica, apostólica y romana. La cercanía  de la iglesia de la Asunción, la asistencia a misa y el tronar de las centenarias campanas eran constantes vivificadores de aquella fe de catolicismo social.
Recuerda Carlos:
“Profundamente religiosa, católica, apostólica y romana, mi madre rezaba tantas veces al día como un islamista ortodoxo: se levantaba con una oración en la boca dando gracias a Dios por el nuevo día; se arreglaba y, generalmente en compañía de mi padre, cruzaban la calle y con el reclinatorio en la mano, se adentraban en la Iglesia frente a mi casa. Al regresar después de oír misa y comulgar y casi siempre confesar (no sé qué pecados pues nunca les vi reos de ninguno), desayunaban a mesa y mantel, no sin antes  dar gracias a Dios por los alimentos que vamos a tomar;  a las doce del mediodía y al toque de las campanas  que casi se metía en mi casa se rezaba el “Ángelus… Al anochecer, con el toque de ánimas, de nuevo mi madre volvía a rezar… Y ya para finalizar el día el santo rosario en la cama con un estrambote de un último padrenuestro por las ánimas del purgatorio…”
Carlos  acechador de doncellas:
En su primer viaje   a Madrid con su primo José a lomos de una moto Ossa 125 se hospedaron en una pensión. Durante la noche un marido infiel mantuvo escabrosa  relación con una señora que se sometió a todo tipo de excentricidades eróticas envueltas con frases malsonantes, soeces y que quitaron el sueño al bueno de Carlos. Fue, según creo, el abrir de nuestro literato al mundo de la explosión sexual. Antes, tan sólo algún escarceo con primas y doncellas le habían descubierto la diferente condición somática del macho y la hembra.
Unos diez años tendría Carlos cuando jugaba a los médicos con sus primas debajo de las camas, rozaba su cuerpo con el de ellas debajo del agua de la acequia que pasaba cercana a su domicilio o permitía que la prima buscara con su mano al fantasma que presumía habitaba en la entrepierna de Carlitos.
Carlos en aquella época  en que buscaba de continuo la ocasión para desentrañar los misterios de la carne también fue cuando se enamoró apasionadamente de María José, vecina del barrio de san Roque y que era la viva imagen de Liz Taylor. Amor que no prosperó por admoniciones de su madre  y, especialmente, al enterarse de que la joven andaba en amores con un muchacho del barrio cinco años mayor que él. Lo que indica que en cuestiones de amores Carlos no se paraba en pelo: amor carnal, platónico, sentimental…
La picaresca y los ayuntamientos entre las doncellas y los señoritos es una constante en la literatura. En casa de Carlitos las hubo de variado calibre ético.
Cuenta Carlos:
“Margarita me cogía entre sus brazos y yo, falsamente adormilado y con la excusa de no caerme cuando me subía por la  larga escalera que llevaba a los dormitorios, me abrazaba a ella con fuerza hasta sentir clavados en mi pecho las puntas de sus senos turgentes, lo que me provocaba un placer que ella notaba, pues subiendo me decía:
-Anda, no te hagas el dormido – a la vez que sonreía pícaramente, dándome a entender que ella estaba al cabo de la calle respecto a mi simulado sueño.
Me dejaba en la cama y decía, dándome unas palmaditas en el culo.
-Y ahora a dormir de verdad. No te vayas a entretener con otras cosas… que te conozco.”
Pasan algunos años y Carlos se incorpora como voluntario al servicio militar en Madrid donde pasará mil aventuras  amorosas, algunas privaciones económicas por invertir parte de la cuota mensual que recibía de su casa en visitar museos, cafés, cines y adquisición de libros. Sigue siendo generoso con distintas jóvenes a las que atrapa con su reluciente verborrea, con sus dotes de orador, de poeta, de escritor versado   y sociólogo transcendente.
Durante un permiso en la mili, llega a Molina y se enamora de una tal Fina, costurera en la sastrería de un  primo suyo. La chica quinceañera no está por la labor de caer rendida a los pies del  dicharachero soldado.  Y Carlos escribe con notable sabiduría que  “no cobró la pieza” por obcecarse en pensar que el deseo es amor. A Carlos le bastaba ver unas bragas blancas para elevar su libido e izar bandera, el fantasma que su prima quiso descubrir en su entrepierna.
En la capital de España seguirá acechando doncellas y así, se relacionará con varias de ellas, sin más miramiento, sin escudriñar la clase social, únicamente, procurará desechar a las rubias y primará su preferencia por las morenas. Cosas de Carlos. Ayudado de su vena literario-poética, arrasa conquistando a ARx, a  María Dolores, XXX , estrecha en lo tocante al sexo y hermana de un capellán del Ejército del Aire, la “lapa” del guateque de aquella época, la alemana Elke Sommer que Carlos trajo a Molina pensando que llegaba a su casa el amor de su vida, pero que la  relación  fracasó porque era “la más rubia de las rubias”.
Ávido de cultura, Madrid le ofrece inmejorables condiciones para llenar su espíritu de arte, teatro, libros, conferencias y cines. Conoce a Camilo José Cela, a Bárbara Rey, a José Nieto, Luís López Anglada, visita el  Café Gijón. No dejaba escapar un ápice de cultura, incluso asistía a revistas picaronas con tal de verle los muslos a Celia Gámez o Queta Claver.   
Su definitiva conquista: Carlos llega  al  “no hay más”.
La pluma de Carlos se convierte en afilado acero, enardece y nos aguijonea cuando aborda los más que sublimes ardores de enamorado al conocer a su Loli, la mujer de la que se prendó desde el mismo momento en que la vio por vez primera 
“en  la puerta de su casa en Pérez Galdós a las cinco de la tarde, hora muy torera para salir a dar nuestra primera vuelta por el Madrid de mis sueños, y que con ella, a partir de aquel día, sería el de nuestros sueños,” escribe Carlos.
Llegado a estos últimos apartados del relato, a fuer de ser sincero, debo manifestarles, amable concurrencia, que no hallo las palabras acordes y que definan la aplastante sinceridad, claridad y sencillez las virulentas, apasionadas epopeyas de Carlos y de Loli, de Loli y de Carlos enzarzados en una loca pasión amorosa que desde continuos atisbos e intentonas a “lo menos” concluyen, en una nerviosa e inolvidable noche de boda cordobesa, con el ansiado  climax  de “lo más”. Ustedes son los privilegiados descubridores de los insondables misterios que Carlos destapa  y rescata del inmenso silo que construyó en su alma.
Termino mi alocución con la sensación de no haber logrado exponer con el rigor que merece esta magnífica Historia de Yo. Me quedo con la enorme satisfacción de guardar en los recovecos de mi memoria y en las profundidades de mi alma los episodios más agradables que, como asiduo lector, he hallado en esta obra literaria, por cuyo seguro éxito apuesto el doble contra sencillo.
Si desean disfrutar con la literatura poética, háganme caso, lean y relean esta admirable obra que, a buen seguro, lo agradecerán.”
 Tras su alocución cerré el acto, con las siguientes palabras:
Antes de que se me vaya el santo al cielo donde habitan desmemoriados y emocionados, me vais a permitir que de lectura al capítulo de agradecimientos, que suele ser el que se olvida en ocasiones tales como ésta.
  El primer lugar agradecer a Manuel Moyano y a Concha Peñafiel rectores de esta sacrosanta casa, -que para mí lo es por el doble motivo de ser Biblioteca y por llevar el nombre de Salvador García Aguilar-, el que hayan aceptado mi solicitud de  presentar aqui mi libro HISTORIA DE YO.  
   Esto es  algo que me llega al corazón o a lugar donde residan los sentimientos más profundo, porque, ¿cómo podría haber pensado yo en mi adolescencia, cuando Salvador, por entonces novio de mi hermana Aurora, me prestaba libros  de su biblioteca personal, que un día que es hoy, podría estar presentado un libro escrito por mí, en la excelente  biblioteca municipal que lleva su nombre?
   Ni él ni yo, seres imaginativos llenos de sueños ocultos nunca soñamos con esa posibilidad.
  En segundo lugar, agradecer a JOSÉ MARÍA LÓPEZ CONESA, escritor y docente, filólogo y divulgador cultural, que aceptara mi proposición insolente de presentar ante vosotros mi libro, cuando al pedírselo llegue a pensar que, para él, hasta podría ser, además de malo, indecente. Y ¿por qué se lo pedí a él?  Porque por razones de edad y de prestigio humano, cultural  y literario, él podría comprender mejor el paisaje y el paisanaje, de aquellos años de las posguerra incivil, en  la Molina en la que se desarrolla la narración de mis primeros diecinueve años de vida, en la que yo era hasta un niño privilegiado porque su tío  “Perico el zapatero” me hacía sandalias de cuero a medida, mientras la mayoría de los niños apenas si podían llevarlas de espalto y lona.
  Y finalmente agradecer a todos los que, por conocer más  al presentador  que a mí,  y a  mi familia que se encuadra en la gran familia de “los sastres”,  habéis tenido la deferencia de asistir al acto de presentación de un libro de memorias, escrito hace cinco años con el corazón joven y la mente despejada, para leer  y recordar en la intimidad de dos en compañía, y que al final, porque alguien me aconsejó y García Márquez  me dijo que un escritor “Vive para contarlo”, lo he sacado a la opinión de los lectores y de vosotros que ahora os dejare la palabra para preguntarme lo que queráis y yo decir lo que pueda.
  Pero antes de podáis disparar vuestras preguntas y teniendo en cuenta que la mayoría de los que hoy estáis aquí, no habéis leído el libro, voy a hacer para vosotros algo que antiguamente se hacía en Molina con los melones, daos a cata trozos del melón de mi historia extractando algunos párrafos de los veintidós capítulos y un epilogo de los que consta el libro:
 Después de esas palabras y  estimulado y agradecido por lo que de mí y de mi libro habia dicho mi presentador, se me destapó el frasco de mi más encendida verborrea, y distendido, seguro y con el auditorio de mi parte, desgrané mis ideas, di lectura a un extracto de algunos de capítulos más sentimentales para mí: los referidos a mis padres, conté cómo se gestó el libro, (en un principio para ser leído a dos como un una “Historia de O” casera para reverdecer pasadas y fogosas pasiones de cuando todo estaba prohibido en cuestiones sexuales y nosotros –Loli y yo- nos tomábamos pequeños y furtivos anticipos a cuenta de lo que sería cuando estuviéramos casados) y algunos otros, que pusieron fin al acto a una hora pasada del cierre habitual de la Biblioteca. 
Después y mientras los asistentes, degustaban los ya clásicos y populares “borrachuelos” con los que Loli, mi mujer  y álter ego de todo lo que soy, se gana, tambien por el gusto,  a los auditorios   que acuden a escucharme, vino “el calvario” de firmar ejemplares del libro, pues tras años de escribir a base de golpes inmisericordes sobre el teclado, mi sensibilidad táctil para escribir “a mano” ha desaparecido y mis lectores quizá tendrán que recurrir a sus médicos de cabecera para descifrar mis garabatos.
Carlos Bermejo
Autor de “Historia de yo”
Molina de Segura y San Vicente del Raspeig, 17 de junio de 2015

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