lunes, 27 de noviembre de 2017

MI BUEN AMIGO Y EXSOCIO NUESTRO, ADOLFO CANO RUIZ, HA FALLECIDO EN SU CASA DE EL CAMPELLO, VICTIMA DE ESA “LARGA ENFERMEDAD” LLAMADA CANCER

ADOLFO CANO RUIZ 



 Me acaba de llamar Clara,  la ya viuda  de mi amigo ADOLFO CANO RUIZ relojero, pintor, excombatiente y estudioso de la olvidada guerra de Ifni, ex socio nuestro y presidente fundador de la Asociación de Artistas Plásticos de El Campello, para darme la triste noticia de su fallecimiento a las veintiuna horas de ayer domingo dia 26 de los corrientes.
    Adolfo, ha vivido durante muchos años  anunciando su “inminente” muerte,  con la  entereza de un estoico y la  parsimonia de un relojero,  sin embargo, poseedor de una mala salud de hierro, ha llegado a los ochenta y tres sorteando múltiples enfermedades hasta que esa “larga enfermedad” a la que nunca se le da su auténtico nombre: cáncer, ha logrado llevárselo desde su casa donde ha fallecido, hasta  el lugar indeterminado a  donde van las buenas personas aunque no pasen mucho por las iglesias.
 Descanse en paz, quien era incansable para trabajar, crear y organizar. Su cuerpo descansa en el Tanatorio de San Juan y a las 19 horas se le hará un funeral  en el mismo lugar.
 Mi sentido pésame a su esposa, hija y demás familiares
Alicante, 27 de noviembre de 2017
Carlos Bermejo
Su amigo del alma



                                  ADOLFO EN MIRAR UN CUADRO
                                              Por CARLOS BERMEJO
       Adolfo Cano nació en Valencia, hace ya algunos años de cuyo número no quiero acordarme, porque la edad no cuenta cuando la mente cultivada se conserva joven. Y Adolfo siempre cultivo la mente, encauzándola por diversos y variopintos canales, uno de los cuales fue el Arte de la Pintura, que comenzó a practicar casi de niño, como todo valenciano que se precie de serlo por aquello de la luz y el colorido, tópico que de tanto repetirlo hasta los propios valencianos han llegado a creerse.
   Parece ser y a las fuentes del propio Adolfo me remito, que en su Valencia natal realizo cuatro años de Dibujo Artístico y tres de Delineación. Estudios que a la vuelta de los años le servirían para retomar su pasión por la pintura,  adormecida por el trasiego de sus años de vagabundeo  por medio mundo: Sidi Ifni, Alemania, Suiza, Francia y algún otro país que me dejo en el tintero, a la búsqueda de “nuestro pan de cada día”.  Hasta que definitivamente vuelve a España para quedarse, y más concretamente en El Campello donde reside. Una vez aquí y jubilado a medias, relanza su carrera pictórica y comienza a exponer de forma regular coincidiendo con su ingreso en la Asociación de Artistas Alicantinos, con la que ha expuesto en numerosas colectivas y de grupo. A él se debe la creación del grupo “Diez artistas alicantino” que con el apoyo de Pepe Zapata y mío, ha tenido y puede seguir teniendo viabilidad y por el que han pasado unos cincuenta pintores desde su creación hace unos tres o cuatro años. Pero antes ya había expuesto en Paris de forma individual como también lo ha hecho en Alicante y Campello.
    Adolfo, en la temática es tan polivalente como en su personalidad. Figura, paisaje, bodegón, naturalezas muertas, marinas, motivos religiosos y todo aquello que el crea digno de pintarse, lo pinta. Para ello echa mano de la técnica adecuada al motivo: Óleo, acrílico, pastel y acuarela; técnicas en las que se desenvuelve con mayor o menor habilidad, pero a las que se enfrenta sin remilgos, porque a todo se atreve y todo le sale dignamente.  Tantos es así, que acometió la hazaña de pintar en paño de seda, una imagen de la Santa Faz, que dono a la Cofradía del Santo Entierro y que viene procesionando desde el acto solemne de su entrega, en la Semana Santa campellera. Quién sabe si así que pasen doscientos o trescientos años,  quizás la imagen convertida ya en reliquia milagrosa de devoción para el pueblo creyente, será venerada y sobre ella y su autor se creara una leyenda, en la que se diga que fue un Ángel bajado del Cielo el que la pinto: El Ángel San Adolfo Y es que Adolfo, ya digo, se atreve con todo y hasta lo más insólito, a asistir a la bendición y consagración de la imagen, el que de las Iglesias solo le gustan las fachadas…Todo un carácter este amigo Adolfo.
     En su afán experimentador, aun no se ha decantado por ningún tema o técnica específica, por lo que no podemos decir que tenga un estilo propio, a no ser que cometamos la “boutade” de decir y a lo mejor es verdad, que el estilo de Adolfo es no tener estilo y mariposear por todos. Y a fe que cuando lo hace, nos saca unos Magrit, unos Picassos, unos Sorollas y unos todos, que nos dejan sorprendidos, pues bebiendo de todos ellos, son suyos sin lugar a dudas, porque no copia sino que recrea. Tal es el caso de una “Venus mirándose al espejo”, cuadro en el que recreando a Velázquez  en el tema y al Picasso cubista en el estilo, le sale un Adolfo que me gusto sobre manera cuando lo vi y que ahora le he pedido que traiga a este TALLER.
     Adolfo aun plantea el dibujo para su traslado al soporte, a la vieja usanza de la cuadriculación. No utiliza el cómodo recurso del proyector, que, especialmente para la figura, utiliza hasta el más pintado. Yo lo he visto trabajar con el método y lo hace con la precisión de relojero, que aprovecho para decir que es uno de los trabajos que le dan y le han dado de comer. Adolfo tiene esa paciencia imprescindible para lo uno y lo otro.
     El color, no es un obstáculo infranqueable para Adolfo; él lo armoniza sin fuerte contraste, lo que es un buen recurso para salir del paso sin que el cuadro chirríe. Quiebra bastante bien los verdes y utiliza con discreción rojos y amarillos. Con los azules pone su acento a las marinas mediterráneas, que en El Campello le salen a uno  a la vuelta de la esquina. Y con todos ellos luchando por destacar pero sin hacerse sangre, Adolfo pinta unos jarrones con flores en los que deja a un lado la moderación de tono y contraste,  se lanza al agua sin salvavidas y sin saber nadar y milagrosamente sale a flote. Es decir, le salen unos floreros en la línea de los mejores en la especialidad.
      Así es nuestro buen amigo Adolfo en lo artístico. Pero ¿Cómo es en lo personal? Yo que me precio de conocerlo, tengo que decir en honor a la verdad, que aún no he acabado de catalogarlo, aunque algo voy sabiendo de su multifacética  personalidad.  Porque Adolfo tiene múltiples personalidades: La de relojero en la que prima lo minucioso y ordenado. Todas las piezas deben encajar en su sitio y ninguna puede quedar fuera de la caja pues el reloj no funcionaría; la de organizador meticuloso consustancial a la de relojero. Adolfo organiza bien y ni por azar se deja nada fuera de la caja. Le da vueltas a todo y a veces a todos y acaba imponiendo su criterio ordenancista, que casi siempre suele ser el más adecuado al momento y a la circunstancia, es decir, Adolfo manda mucho y hay que reconocer que sabe hacerlo y lo que hace resulta bien; es convincente hasta la saciedad y por ello acaba imponiéndose, pero no es como “el capitán araña”, él se embarca y rema tanto como el que más. Tiene mucha sensibilidad emocional (la artística ya la hemos destacado) y es susceptible a considerar agravios las pequeñas cosas que surgen en la cotidianidad del trato con los demás. Enjuicia con rigor y para sí mismo lo hace a la baja, aunque huela con el tufillo de la falsa modestia.
     Podría seguir diseccionando la compleja personalidad de nuestro amigo Adolfo, pero no quiero aburrir al personal. Sin embargo no voy a  cerrar esta semblanza, sin decir aquello de “humano demasiado humano”, porque Adolfo lo es en grado sumo,  pero si ponemos en la balanza las virtudes que le adornan, por un lado, y por otro sus pecadillos veniales, la balanza caerá con fuerza del lado de aquellas.
    Este es Adolfo, mi amigo Adolfo, al que aprecio de corazón y espero que a partir de hoy, vosotros también lo aprecies  como artista y como persona, porque tiene méritos para ser admirado, como ahora podréis comprobar.
    Gracias por vuestra presencia.
Carlos Bermejo. Alicante 28 de Mayo de 2008