<A LA IZQUIERDA, RAMÓN RODRIGUEZ, CON EL PRESENTADOR CARLOS BERMEJO>
<PESE A LAS INCLEMENCIAS,RAMÓN RODRIGUEZ, NO ESTUVO SOLO>
<"FACEBOOK", EL MAGNIFICO DIBUJO QUE RAMÓN RODRIGUEZ, TRAJO A QUE LO ENJUICIÁRAMOS>
<EN UN ALARDE DE TÉCNICA E INGENIO, RAMÓN, DIBUJANDO IN SITU, UNA OBRA QUE TAMBIÉN REGALÓ, MEDIANTE SORTEO, A LOS ASISTENTES>
MIRAR UN CUADRO: RAMÓN RODRIGUEZ
OBRA:”FACEBOOK”
Queridos amigos
y compañeros.
No dejaros
engañar por las apariencias. Este hombre maduro, de cabello blanco, cejas
crispadas, ojos azul oscuro y rostro de
rasgos clásicos y armónicos cual noble tribuno romano digno de ser
inmortalizado en mármol, que cuando se apasiona defendiendo sus ideas, su voz
se asemeja a la de un Júpiter tonante, capaz de romper los tímpanos de su
interlocutor, no es el hombre que veis sentado, aquí a mi lado: él es el niño
de la posguerra que, sin haber visto nunca la mar, llega desde un pueblo de Jaén, con su familia de emigrantes, a Puerto
Sagunto, un pueblo valenciano, nacido a principios del siglo XX, por la visión empresarial
de un vasco que instalo allí una fundición de la que surgiría la empresa Altos
Hornos de Vizcaya, que para el niño RAMÓN, Rodríguez por partida doble, iba a
ser el crisol donde se fundió al fuego su vida de hombre y de artista.
Al socaire de esa
empresa, ya convertida en aglutinador de todo lo que se fraguaba en El Puerto,
el niño RAMÓN, como casi todos los del pueblo, inicia primaria en el Colegio Nuestra
Señora de Begoña, donde pronto se destaca entre sus compañeros por su dotes
innatas para el dibujo, estimuladas por su pasión por los tebeos, especialmente
por los de hazañas bélicas y de ahí el apelativo de EL LARRY, con que se le
empezó a conocer. A los ocho años, la
pulcritud de sus cuadernos y los dibujos con los que refleja los mapas de la
geografía política y física española, son dignos de admiración. RAMON es ya el niño prodigio, el Arturito Pomar de
Puerto Sagunto, hasta el punto de que uno de su maestro de primaria, escribe a
la Fabrica Nacional de Moneda y Timbre proponiéndole como grabador cuando solo tenía
9 años. Tal era el asombro que despertaban las dotes de RAMÓN para el dibujo.
Quizá, basado en
eso, logra una beca de la empresa Altos Hornos para estudiar el bachiller
elemental. En el Instituto o Escuela de Grado Medio, deslumbra a sus compañeros
y amigos a los que ayuda con sus dibujos, hasta el punto de que en un examen en
el Instituto de Requena, donde acudían para examinarse a fin de curso, un
compañero de estudios de nombre
Gorrochegui, le pidió, en un descuido en la vigilancia de los examinadores, que
le hiciera el dibujo que pedían, y RAMÓN el bueno y noble de RAMÓN, no lo dudó,
se lo hizo pero no le quedó tiempo para hacer el suyo, por lo que el gran
dibujante, a punto estuvo de suspender en dibujo. Lo aprobó, porque sus
profesores le propusieron al Tribunal que le hicieran un examen extra a su
presencia, con tiza y en la pizarra. El Tribunal aceptó diciéndole que dibujara
lo que quisiera. RAMÓN, maestro experto en la técnica de la tiza, con la que
habia adornado, (grafitado diríamos hoy) todas las calles y la paredes del El Puerto, en pocos momentos y ante
los boquiabiertos miembros de Tribunal,
dibujó un portaviones en combate sobre el que disparaban en picado dos cazas
enemigos. Aprobó con sobresaliente.
Por aquel
entonces, RAMÓN se convierte en hábil falsificador de moneda y timbre. Pero
solo para jugar a un primitivo y pionero
monopoly, falsifica las pesetas y
los duros de la época, uno de los cuales y muchos años después, aun conservaba en la cartera, su profesor de
matemáticas. Igualmente actuaba de animador
para sus compañeros en las largas y aburridas horas de estudio, dibujando jocosas
historietas en la pizarra y cuando era sorprendido por el profesor, este le
dejaba terminar, por la petición unánime de los alumnos y con ello finalizaba
la clase.
Simultáneamente
con los estudios, pasa a la Escuela de Aprendices de mama empresa, para
aprender el oficio que le habia de
convertir en obrero metalúrgico a su servicio, lo que significaba un buen porvenir económico, para un hijo de
emigrantes pobres de la posguerra. En esa escuela contacto con otros compañeros
aficionados al dibujo y con ellos asistió
a una rudimentaria escuela en esa técnica en la que enseñaba Don Antonio Michavilla,
limitándose a esas enseñanzas todo su bagaje académico. Fue entonces cuando comenzó
a participar en algunos concursos y certámenes de pintura, ganando a
finales de los cincuenta en Valencia, el primer premio provincial de
dibujo a plumilla, que organizaba el Frente de Juventudes. Esto le animo a
presentar un dibujo como posible portada de la revista interna que por entonces
publicaba la empresa Altos Hornos. Y eso le cambio la vida, pues lo ganó al ex
aequo con otro trabajador de Bilbao. Llegado a manos del Director General de la
empresa, quiso saber quien era el autor y al informarle que era un trabajador
de la empresa en el Puerto de Sagunto, dispuso que pasara a la sala de dibujo y
proyecciones y con ello, el obrero paso a la categoría de empleado técnico de
oficinas. Se da entonces en el, una metamorfosis, que no lo transforma en un
insecto como al personaje de Kafka, sino en un esnob a la inglesa: adopta poses
de artista intelectual y filosofo, fuma
en pipa como el detective Cherlo Holmes y el doctor
Watson, se viste en consecuencia y comienza a relacionarse con la
bohemia de su tiempo, con los librepensadores y descreídos del Puerto, que ya
los habia en aquellos tiempos oscuros. Imbuido ya de esa pose, participa en Valencia en un concurso de
pintura y a tiralíneas hace un dibujo de las Torres de Serrano, que es premiado. Con esos triunfos parece ser que
se le dispara el ego juvenil y se siente
fuerte para ignorar a quien le critican. Esa actitud le acarrea la enemistad del clero
y de las fuerzas vivas del pueblo, y al
llegarle la edad de prestar el servicio militar obligatorio, y por arte de birlibirloque, se rompe la
arraigada costumbre y norma, de que los mozos del pueblo lo presten en la
cercana base de aviación de Manises. A él lo destierran a la base alicantina de
Rabasa y ya nunca más vuelve a su antigua vida y trabajo en la empresa Altos
Hornos en Puerto Sagunto. Termina el servicio militar y sea por el repudio de las llamadas fuerzas vivas, o por algún
otro asunto oscuro en su biografía que huele a desengaño amoroso, o a retirada estratégica,
decide quedarse a probar fortuna en Alicante, ciudad que le atrae poderosamente
y más viniendo de un pueblo.
Sin trabajo ni perspectivas de tenerlo y
apenas con unas pesetas en el bolsillo, las quema, autoconvidandose, en la terraza de la cafetería Ceylán en La Explanada, mientras
dibuja en una servilleta de papel, como siempre suele hacer cuando no sabe que
hacer y quiere olvidarse de los problemas. Los camareros, que ven lo que dibuja
en la servilleta, son los primeros admiradores de su arte en la Ciudad, y le
proponen la realización de algunos carteles para anunciar los menús, las tapas,
los precios etc. Lo acepta y pronto se gana algunas pesetas, pues se corre la
voz y le salen nuevos clientes en ese tipo de dibujo publicitario, en bares,
tiendas, talleres y otros. Sin embargo esos trabajos a salto de mata, no le dan
para vivir decentemente, y durante una temporada vive la bohemia, y algunas
noches los duros bancos de mármol de La Explanada hace de colchón para dormir y
soñar con días mejores, hasta que el
arquitecto Guardiola convoca para contratar a un delineante, acuden varios,
pero la plaza se la asignan a él. Estabilizado económicamente, y con un trabajo
fijo, en uno de sus viajes casi
clandestinos a Puerto Sagunto, una prima
suya le habla de una amiga que vive en Jaén y que trabaja como dependienta en Galerías Preciados. Es guapa y
tipazo, le gusta la pintura y la escritura y tiene ideas románticas
concordantes con la suyas. Empieza entonces una relación epistolar que duraría
un año, que acabó como tenia que acabar ese amor romántico, en el que RAMON,
jugaba con la ventaja de estar dotado de una prosa exquisita y de una vena
poética bien notoria, que le valió para conquistarla y llevársela al huerto,
pasando antes por la Vicaría (esa Vicaria que tanto le gusta y que también sabe
copiar) pues en aquellos tiempos no
existía mas formula que esa para consumar el amor. Y estabilizado ya, también en lo sentimental, RAMÓN, se dedica en
cuerpo y alma a su trabajo como delineante arquitectónico y publicitario,
trabajando para los arquitectos Guardiola y Vidal Massanet a un tiempo y durante
varios años y finalmente con Emilio Alberola, a cuyo servicio le llegó la edad
de la jubilación.
Y ya jubilado,
¿Qué hacer, a parte de atender a la
familia, y echarle una mano a su única hija en el cuidado de su nieto? pues
seguir dibujando por libre, para que la mano no se entumezca después de casi
sesenta años haciéndolo. Hasta que un día, su mujer le estimula para que acuda
a la Plaza de Gabriel Miró, donde ha visto o a oído decir, que un domingo a la
semana un numeroso y bien avenido grupo de pintores, pintan y exponen lo
pintado. Y allí que acude RAMÓN a integrarse por libre en el paisaje urbano de
la encantadora Plaza, pero sin integrarse como uno más de los artistas que
pintan integrados en la Asociación de Artistas Alicantinos, organizadora de
esas jornadas de pintura al aire libre. Y un domingo tras otro, RAMON, aislado
de los demás pintores, sentado en su banquetita plegable y con el blog de
dibujo sobre las piernas, recoge con actitud de reportero gráfico, escenas de
la plaza con los pintores como personajes de esas historietas de tebeo que él
inventa y le da forma con los trazos firmes de un modesto bolígrafo Bic. Sin
embargo el tímido y retraído lobo solitario, no puede evitar ser el asombro de
los mirones que pululan por la Plaza, que se detienen y admiran la precisión de
sus dibujos y la rapidez con que los ejecuta. Y como a este modesto coordinador
de todo, y por supuesto, verificador de todo lo que ocurre en torno a la Plaza,
no se le podía escapar la ocasión de integrar en la manada societaria, a aquel
lobo solitario que cazaba por libre entre los nuestros, al final lo logró, y,
como el fichaje fue relevante, al poco publique
en el desaparecido blog antiguo de la Asociación, la pequeña historia de como
capte al socio numero 471 de la manada:
“Nuestro compañero Ramón
Rodríguez, más conocido en el mundo del dibujo humorístico o de la “viñeta” social, como “EL LARRY”, es un asociado relativamente
reciente, que fue captado por mí en el entorno de la Plaza de Gabriel Miró,
donde acudía “por libre” a las sesiones de Pintura al Aire Libre, que organiza
nuestra Asociación.
Aunque en un principio se
resistía a encuadrarse, mis argumentos y el “buen rollo” que veía entre
nosotros, le hicieron dejar de ser “el lobo solitario” (a lo que tan dados
hemos sido siempre los pintores) y se integró en la manada. Su afán al hacerlo,
no era el del lobo solitario que se integra porque ve que fuera de la manada
“no se come un cordero” ( “una rosca”,
diríamos los humanos) si no porque llega un momento en el que el lobo siente la
necesidad de agruparse con los demás
cánidos para aullar al unísono sus similares inquietudes, sobre lo caro que esta el cordero, las nuevas
técnicas de caza, y criticar o ensalzar - aun dejándose dominar- al macho alfa que domina en la manada.
Ahora bendice el día en el que
se integró, pues entre los demás lobos ha encontrado su sitio en el “espíritu”
de la manada y su aullido y su experiencia se escuchan con respeto y
admiración por sus magníficas cualidades para narrar
episodios de caza y por la habilidad de sus patas delanteras para trazar
huellas.
Pues bien el lobo, ha tenido
a bien perpetuar la imagen de alguno de sus compañeros de manada, en plan serio
por la calidad de su dibujo, pero con el matiz jocoso como corresponde a un
maestro de la viñeta.
Uno de esos compañeros, en
los que ha fijado su atención poética y gráfica, soy yo. Se lo agradezco de
verdad y me reafirmo en lo acertado de haber logrado su incorporación a la
manada.”
Poco mas puedo añadir sobre la
incorporación de RAMÓN a la Asociación, que él considera ha sido una de las
mejores decisiones de su vida.
Hablar de la
pintura de RAMÓN, es hablar de dibujo, de plumilla, bolígrafo o rotulador. Con
esas armas, algo de óleo y acuarela, y una paciencia y laboriosidad infinita
puesta al servicio de, casi una patológica adicción por el trazo, RAMÓN ha
creado una obra inmensa. Si pudiéramos poner, una tras otra
líneas y rayas y hacer de ellas
una sola, no exagero al decir que los trazos hechos por RAMÓN hasta el día de hoy, podría
circunvalar la tierra, no una si no varias veces. Sin embargo, y a pesar de
ello, no podemos considerar la obra de RAMÓN como la de un pintor al uso. Él no
mancha cuando utiliza el color, él dibuja y luego rellena. Es decir son dibujos
coloreados. Su escuela como pintor, esta basada en los tebeos y luego en su
profesión de delineante durante media vida. Y eso que pudiera haber sido la
base para su despegue como pintor, porque, digámoslo bien claro, no se puede
ser un gran pintor sin saber dibujar, a él, grandísimo dibujante, no le sirvió
para ser ese gran pintor que pudiera haber llegado a ser. Quizá le faltó
escuela y por supuesto tiempo, pues el trabajo profesional le tenía atado al duro banco de la delineación.
Sin embargo RAMON es algo mas que
dibujante: es un frustrado creador de historietas profesional, en las que
podría haber llegado a ser el Vaño,
creador de la fisonomías de Roberto Alcázar y Pedrín, el Gago del Guerrero del
Antifaz, el Boixcar de las Hazañas Bélicas, o uno de los muchos creadores de
personajes del famoso tebeo, como Zipi Zape, el Capitán Trueno, o el Benejan de la Familia Ulises, cuya nieta Roser es nuestra consocia.
Y como quiera que
el grueso de la obra de RAMÓN, esta dispersa entre los infinitos beneficiarios
de su prodiga generosidad, en la que abundan los retratos sicológicos en poder
de los retratados, RAMÓN, no ha llegado
a hacer nada más que unas cuantas exposiciones
colectivas y una individual que, más que hacer se la hizo uno de sus grandes
beneficiados por su generosidad, su
amigo de la niñez en Puerto Sagunto, y a la vez pintor, ANTONIO COSIN, con la recopilación de las obras de RAMÓN en
su poder y otras que le prestaron. A
eso, y a las colectivas en las que participa a raíz de su asociación con nosotros, se reduce su actividad expositiva, por lo que
podemos decir que la obra de RAMÓN no es conocida más allá de su entorno de
amistades, en Puerto Sagunto y entre nosotros,
sus compañeros de Asociación.
Y como ya es tradicional, no puedo cerrar esta
ya larga semblanza, sin trazar el retrato sicológico de RAMON. Lo voy a hacer con pies de plomo, porque la personalidad de nuestro
protagonista tiene tantas facetas como capas una cebolla: es más bien tímido y
comedido, pero se exalta defendiendo sus ideas, que las tiene para dar
respuesta a casi todo y en especial en lo tocante a la cultura artística, en la
que es una autoridad. Hablar de pintura con RAMÓN, es una gozada para él y para
su interlocutor. Es algo así como consultar el Espasa. Su entusiasmo por la
pintura es contagioso y allá donde él este, ese es el tema predominante en el
que siempre tiene algo que decir. Y sin embargo no presume de nada, pues su
modestia llega hasta el punto de minusvalorar su propio arte para el dibujo, y
mucho menos el llegar a considerarse como pintor. Noble y generoso, da con la elegancia del que
no valora su ofrenda y si el agradecimiento del que recibe, y a la hora de valorar
la obra ajena, oculta con benevolencia los defectos y ensalza con sincera admiración las
virtudes. Su humor es fino y nada mordaz, pero a veces tiene la retranca que el
poso de los años le da, para tirar la piedra sin esconder la mano pero
procurando hacer el menor daño posible.
Es sensible y tierno y de lágrima fácil cuando se le toca la fibra de los
sentimientos humanos o poéticos, a los que
su imaginación de romántico empedernido alimenta. Y tiene, lo que éste
modesto biógrafo mas valora en una persona: una bondad infinita, a prueba de desaires para
los que siempre encuentra el perdón o la justificación atenuante. Porque,
digámoslo ya de una vez, RAMÓN es un
noble pedazo de pan bendito, que se da a comulgar entre los amigos para que lo
queramos y admiremos cada día un poco más.
¡Eh ahí al hombre!
Carlos Bermejo
Alicante, 28 de septiembre de 2012