¡¡¡BRUTALMENTE ORIGINAL!!!: Gonzalo Saavedra
Del 16 al 30
de septiembre 2016 en Centro de Arte. C/. Arquitecto Morell, 11. (Alicante)
VISITA E
IMPRESIÓN
A veces, creo que las mejores palabras para condensar una idea es la
primera que se te viene a la cabeza, porque es el resultado de una conexión con
el subconsciente, éste a veces nos puede jugar malas pasadas, porque la
intuición nos puede llevar por escabrosos caminos del pensamiento. Pero al ver
ayer tarde la obra de GONZALO SAAVEDRA, en
el Centro de Arte de Alicante, fue la primera palabra que se ve vino a la
cabeza: brutal. No sabía muy bien por qué razón esta palabra se unía a la obra
pictórica de Gonzalo, conjuntada y original. Al mismo tiempo se me vino a la
cabeza un nombre, uno de los grandes del impresionismo como es James Ensor en
«La entrada de Cristo en Bruselas» de 1888,
que combina máscaras con la ingenuidad formal con la sofisticación
temática y compositiva y constituye un caso único en el marco de las experiencias
innovadoras. Un cuadro de gran tamaño que le hizo famosos. El tema y el conjunto de la obra de Gonzalo
también me recuerda a Marc Chagal, e incluso de Henri Rousseau «El Aduanero»,
por su valentía y exotismo, que incluso era admirado por el propio Pablo Ruiz
Picasso, en París.
Busqué en el diccionario del RAE la palabra
brutal y vienen tres acepciones, para definir una intención ponderativa como algo
fuerte y muy intenso. Otra acepción es la de raro, extraordinario y
maravilloso. La combinación armónica de estas palabras: fuerte, intensa, rayo,
extraordinario y maravilloso conversen en una definición: «brutalmente original».
Es lo que he sentido al ver estos 66 cuadros, un puñetazo en la cara por en peso pesado que te deja K.O. He de volver tranquilamente para ver la
obra, pero esta vez prevenido con la guardia alta.
Como el propio Gonzalo dice: «No quiero
pintar la parte más guapa o la más elegante o la de los buenos modales, he
preferido pintar la más fea». No es la más «fea», es la realidad de una
sociedad que cubre sus defectos con un velo de falsas apariencias y de
hipocresías. Es la sociedad del carnaval diario que se cubre el rostro con
máscaras, una veces de cartón y otras de falsedades, de engaños, estafas o
maldades, en un carrusel diario. Pero
Gonzalo Saavedra veterano de la vida y peluquero de señoras que fuera su
profesión, y en sus años mozos estuvo doce años en Londres, se ha encargado de
destapar sincrónicamente estas apariencias para dejarnos desnudos. En el
periodo de aprendiz de barbero llegó a tratar a muchos personajes como toreros,
guitarristas, cantaores e incluso a poetas. Y que a veces, nos deja con una sonrisa
irónica por sus profunda críticas plásticas donde nos reconocemos nosotros
mismo reflejados. Pero como si Gonzalo fuera un médium de los dioses, él mismo
se pregunta con satírica gracia andaluza: «¿Por qué pinto esto que no es
comercial? ¿Quién se atreve a colgar esto en su casa? Y la respuesta la encuentra
en sus primeros años en Andalucía y por los años de su profesión que le fue
enseñando sobre la vida. Como él mismo dice disfruta pintando lo absurdo, lo
incoherente, el despropósito, las borracheras, los comilones, los derrochones,
los que quieren aparentar. Su obra la encuadraría en lo que se llama «pintura
social» que en todas la épocas ha tenido sus adeptos, el más destacado de todos
es Goya con sus aquelarres y su pintura negra precursor de la pintura social,
que, de alguna forma desencadena en la pintura costumbrista.
ESTILO PROPIO Y ORIGINALIDAD
Para ser original como los grandes maestros
hay que ser atrevido, valiente, y a la vez
ingenioso, Gonzalo, que, a partir de esta exposición hay que llamarle el
Gran Gonzalo, nos incita a admirar sus
visiones oníricas, a menudo ambientadas en la jungla humana, donde
aparecen todos los tipos de la sociedad en la que vivimos, desde maleantes,
prostitutas, chorizos, drogatas, guardias civiles, policías, curas y extraños
tipos singulares como «dragqueen», travesti, o el negro de las despedidas de
soltera, Manolo el del bombo etc… etc... Gonzalo es un andaluz ingenioso y
gracioso de Jimena de la Frontera y lleva en los genes la gracia y las
chirigotas de Cádiz, siempre críticas, aceradas
y acertadísimas, pero esta vez con medalla de oro. Su pintura está llena de tipos diversos en
la «feria de las vanidades» propias del
comportamiento social y humano, y lo consigue sobradamente, escribiendo
carteles en los cuadros que, indirectamente nos recuerdan a los ninot de la
Hogueras de san Joan en Alicante.
Gonzalo, con sus 66 cuadros colgados como
violines risueños de la pared del Centro de las Artes de la calle Arquitecto
Morell 11 de Alicante, nos demuestra que es un pintor minucioso y muy
trabajador. Ayer tarde, en la exposición, me dijo que cuando empezó a copiar la
«Fragua de Vulcano» de Velázquez, no le gustaba como estaba quedando, porque
parecía una copia, y como ello, no era el fin de su pintura, a los herreros los
puso a su manera cómica, lo que lo convierte en una interpretación homenaje a
Diego de Velázquez, y no en una copia que no tiene valor artístico. Porque he
de decir que él sabe pintar académicamente, pero su camino, su estilo propio va
por otros caminos, otras investigaciones y otras innovaciones. Lo que pinta
Gonzalo es tan original y tan personal que no se le puede imitar, y lo
convierte en único, lo cual es un valor en la pintura actual, donde hay grandes
pintores, pero pocos son los que alcanzan
el sello de excelencia original. En mi opinión no es suficiente pintar
académicamente lo que podría ser correcto, sino que hay que tener estilo propio
reconocible en la nube de los artistas contemporáneos.
ORGULLOSOS
Podemos estar muy orgullosos en el templo
de la Asociación de pintores alicantinos, de tener un pintor de sobrada vanguardia,
brutalmente original con el que hay que contar en el futuro. Estábamos
acostumbrados a ver sus obras de pequeño tamaño como chistes, como viñetas
cómicas pintadas, pero al ver sus obras de gran tamaño algunas de más de un
metro de lado, comprendemos la dificultad que ello conlleva. Es como ver una
película en televisión o en el cine, es totalmente diferente. Me llama mucho la atención el retrato irónico
de Rey Juan Carlos I, que tiene en la mano una Constitución, una bandera con un
toro y un paraguas en cerrado en el brazo derecho y detrás cuadros de caza
mayor en África. O el diálogo de los espermatozoides. La ingenuidad de Gonzalo,
buscada adrede, como hacía el gran Marc Chagal, nos provocada asombro y a la
vez humor. Decía Picasso que le había costado toda una vida llegar a pintar
como un niño. Se podrían comentar los 66 cuadros, pero es
mejor verlos.
Esta no es la primera exposición de Gonzalo,
que yo recuerde hizo otra importante hace un año en el Casino Mediterráneo en
septiembre de 2015, presentado por el gran dibujante Ramón Rodríguez, titulada
«A mi manera». Y es que es así, él pinta a su manera, y solamente aquellos poco
duchos en pintura no la entienden.
La obra de Gonzalo es absolutamente reconocible.
No importan las técnicas empleadas en la pintura, todas son buenas si el
resultado es bueno. A veces, la pintura de otros pintores rompedores nos pasa
como la cerveza, que al principio nos sabe amarga, pero luego nos guasta.
Y Gonzalo en su trayectoria ha sido como
la cerveza, nos sabía extraña, pero ahora disfrutamos de ella. En su sátira
social no se salva nadie, ni la Iglesia
con un cardenal y monjas pelotilleras jugando al golf. A veces puede ser cruel
e incluso sádico, pero así es el mundo
que nos ha tocado vivir. Y él solamente se encarga como los periodistas de contárnoslo,
porque tiene el don de ver, donde otros no vemos, por ello Gonzalo es único. Es
una obra figurativa social del pos-primitivismo muy contundente y eficaz que
cumple muy certeramente la labor de denuncia y a la vez de compromiso. Porque
conseguir una composición, desarrollar un tema espontáneo, es harto complejo.
Como dijo ayer Carlos Bermejo en la presentación: «Se trata de un pintor de lo
más versátil que toca todos los temas, pues aunque los más conocidos sean los
más populares de famoseo y de crítica irónica sobre nuestro tiempo, también le
gusta pintar paisajes urbanos de los pueblos tradicionales con figuras
incluidas, vista desde un matiz de la ingenuidad, que sin caer en lo naif, le
confiere una tremenda originalidad».
CONCLUSIÓN
Y para terminar, aunque se me dejo muchas
cosas en el tintero, he de decir que Gonzalo ha puesto una pica en Flandes, y
que su obra es digna de estar en los museos, y recorrer Madrid, Bilbao o
Sevilla, porque es un valor, no ya en
bruto, como se suele decir, sino un valor consolidado, digno de estar en las
mejores colecciones privadas de Alicante y España. Tengo que decir Gonzalo, que
¡CHAPÓ! A quien admiro con «todo mi corazón desmesurado» como dijera el gran
Miguel Hernández. Me viene a la cabeza el nombre de otro gran Gonzalo, el de
Gonzalo Fernández de Córdoba, el Gran Capitán.
Ramón
Palmeral
Pintor
y escritor
Alicante,
17 de septiembre de 2016