Me temo, y ya hay buena muestra de ello en los precalentamientos
de revistas y televisiones, que la retrospectiva o antológica de ANTONIO LOPEZ
en el Thyssen, va a sacar a la luz todos
los tópicos que sobre el artista de Tomelloso se han ido creando, en base a su
autopromoción y al ¡asombro! de cierto periodismo de salón que admira más el
trabajo que el resultado: el niño prodigio del dibujo, que con pocos años llega
a Madrid desde el pueblo y asombra a sus compañeros de la Escuela de San Fernando;
que ya con el título empieza un cuadro (léase
dibujo, pintura, escultura..) interminable en el que una y otra vez insiste,
toma y retoma y nunca lo da por acabado, haciendo de ello virtud de creador
minucioso e insatisfecho, que es capaz de milimetrar con paciencia de orfebre
la posición de un rayo de sol incidiendo sobre un membrillo para lograr no sé qué
efectos artísticos que el solo es capaz de captar y de sentir; de rustico hombre de pueblo que presume de ello y como tal se disfraza para posar para que vean que aún conserva el “pelo de la
dehesa”; que filosofa “ex cathedra” sobre todo lo divino y humano con la falsa
y aparente modestia del que “solo sé que
no se nada” pero lo dice con una trascendencia y solemnidad que sin decir
apenas nada parece que está diciendo algo ; que ni sabe ni le importa el dinero
y sin embargo cobra por adelantado un cuadro que nunca da por acabado porque (digámoslo
ya) no sabe acabar un cuadro: o se pasa o no llega; que imparte clases
magistrales o talleres, que cobra a toca teja y bien, a todos los ilusos
“seleccionados”, que luego presumen de haber sido alumnos de ANTONIO LÓPEZ,
porque les echó alguna mirada a sus obras mientras las realizaban y les dirigió
alguna sugerencia bien cobrada y mal digerida, y les habló –eso
si- largo y tendido sobre la teoría de la pintura.
Y en cuanto a su
pintura en esta antológica o lo que sea, los que vayan a verla (yo desde luego,
no) verán lo mismo de siempre: el cuadro de la Gran Vía sin gente, los lavabos,
los retratos de su familiares ajados ya por el tiempo, las manidas esculturas
del hombre y de la mujer recién salidos
del paraíso que fue cuando el artista las comenzó a modelar y aún están
inacabadas, y otras nuevas de gran tamaño en las que se adivinan otras manos, y
como novedad una serie de cuadros inacabados,¡ por supuesto!, y de la Gran Vía,¡
por supuesto!, ya que no puede presentar más obra, pues ni la tiene ni nunca (
al ritmo con el que trabaja) la ha tenido, y que ahora hace de nuevo virtud de
ello, diciendo que así podemos ver el proceso de la elaboración de una obra de
Arte.
¿Dónde está en
ANTONIO LÓPEZ el genio creador e
innovador? ¿En cuál de sus cuadros brilla la ráfaga de esa pincelada genial que
definen a un artista de temperamento? ¿Qué hay de composición en sus cuadros?
Nada. Simpleza. Solo minuciosidad y paciencia real o premeditada para asombrar
a los que se asombran del más difícil todavía: pintar la Santa Cena de Leonardo
en un grano de arroz, o estar
–supuestamente- toda una vida para pintar unos cuantos cuadros de pequeño y
mediano formato o modelar unas cuantas figuras: ¿quizá doscientas o trescientos obras entre unos y otras?, y ser
considerado por ello como un Vermerr o un Velázquez que también pintaron poco.
Para mí, que no
soy nadie pero tengo opinión, ANTONIO LÓPEZ
es un auténtico bluff, montado
por el mismo y por los que se asombran más del tiempo invertido en realizar una obra de
Arte, que del resultado obtenido.
Carlos Bermejo
Bloguero Mayor
Alicante, 25 de Junio de 2011