Hoy me he levantado con ganas de escribir en algo o de algo que no sea en la tercera novela que tengo a medias, desde que
hace dos años tome la decisión de que por un tiempo y dado que tengo más de mil
cuadros en mis estudio de pintor, me iba a tomar un descanso en la pintura para
retomar mi otra vocación: la de escritor.
El lunes pasado,
en su columna “El lobo feroz del diario EL MUNDO, Sánchez Dragó, decía en un artículo
de opinión titulado “La mala punta (2)”, que “en Estados Unidos –aseguran las estadísticas-habrá
dentro de tres años más escritores que lectores” y finalizaba diciendo: “No os apuréis,
colegas. Borges vendió 13 ejemplares
de su primer libro. Azorín dijo que
vivir es ver volver. Vuelven, de hecho, los buenos tiempos. Escribiremos solo
por el gozo de hacerlo, como antes, y no por la fama, la tele, los ligues, las
ferias y el vil metal. Que se metan el IVA, los vampiros, los códigos, las
zurras y las catedrales náuticas donde les quepan. Escritores somos. No
vendemos libro. Los escribimos. Seguiremos haciéndolo. Es la hora de la
vocación”.
Y si él, escritor consagrado, se queja, ¿que tendríamos que
decir los que no tenemos ni la más remota posibilidad de consagrarnos? Pues está
claro y él mismo nos da la respuesta en esos últimos párrafos del artículo
citado: nosotros, los que como tú y yo, pintamos o escribimos y apenas vendemos
un cuadro o algún libro, lo hacemos por auténtica vocación y lo vamos a seguir
haciendo porque nos va en ello la vida, la moral y la autoestima y porque no
hay mayor placer que el de crear. El sacar de la chistera de nuestra imaginación
y de nuestros sueños, un cuadro de donde solo al comenzar habia un lienzo en
blanco, o una historia de un folio que ni siquiera como tal existe, pues está
hecho de la materia virtual de la pantalla de un ordenador, no tiene precio y,
como alguien dijo del feliz meneo de la cola de un perro, no es posible comprar
con dinero…
Y si como decía mi
madre cuando algo o alguien abundaba: “hay más que perros descalzos”, nosotros
los que no vendemos ni vamos a ser nunca famosos, no tenemos que desanimarnos. Seguir
pintando, fotografiando, esculpiendo o escribiendo, y moveremos la cola como el
perro, cuando nos muestre la más ligera expresión de admiración hacia nuestra
obra y de cariño a nuestra persona, aunque no nos compren nada.
Carlos Bermejo
Escripintor
Alicante 25 de diciembre de 2014. NAVIDAD