El romanticismo, que nació y creció en Alemania y se expandió en todas direcciones y en todas las
artes, tuvo en el pintor paisajista alemán, Caspar David Friedrich, su más genuino representante.
Su pintura se basó en la metafísica de dolor; en la pequeñez y fragilidad del hombre ante la
grandiosidad de la naturaleza, y en un simbolismo
basado en la mitología alemana, muy del gusto de nazismo que vendría después de
casi cien años tras su muerte, como ocurriría con la música de su compatriota Richar Warner.
Y aunque sus virtudes románticas se reflejaron
fielmente en su pintura, su técnica no fue más allá de la de ser un buen dibujante, un regular colorista y un discreto artista a la hora de componer un
cuadro. Y sin embargo, sus cuadros como los del americano Hopper, producen una inquietud existencial, un no sé
qué, que atrapa al espectador y le hacen preguntarse sobre el significado de
ese “Viajero por un mar de nubes” que dando la espalda al mundo, se ha convertido en
el más significativo hito del romanticismo;
de esas extrañas parejas de hombres o
mujeres, que contempla como sale o se esconde la luna, con unción panteísta y mística
rayana con el éxtasis. ¿Quiénes son ellos? ¿Qué lazos les unen? ¿De dónde
vienen, a donde van…? Hacia la muerte…?
No lo
sabemos, pero en la TERTULIA DE LOS JUEVES
de hoy en nuestro CENTRO DE ARTE, han sobrevolado esas preguntas y hasta
se ha hablado de la muerte, y del cómo y del cuándo. ¡Ay!, del como…¡ ¡Lo que sugieren
los grandes artistas, aunque técnicamente no lo sean!
El jueves 5
de marzo, hablaremos de GASTÓN CASTELLÓ.
Carlos Bermejo
Comentarista de la AAA
Alicante, 26 de febrero de 2015
GASTÓN CASTELLÓ