La Musa Urania de Peyret
Judith y Holofernes de Aparicio Inglada
Cuando se visita el MUBAG en algunos cuadros se hace referencia al Consulado del Mar, leyendo sobre el tema he encontrado en la revista GALATEA N° 1 de marzo de 1954, denominada REVISTA CULTURAL DE LA DELEGACIÓN PROVINCIAL DE EDUCACIÓN, cuyo director era DOMINGO CARRATALA FIGUERAS, este artículo de Luis Mas y Gil, que nos explica el tema.
La Escuela de Pintura que tuvo el Real Consulado de Mar de
Alicante
Cuando Carlos III dio en Aranjuez su Real Cédula de 26 de
junio de 1765, por la que venía a crear un Real Consulado de Mar y Tierra en
Alicante, en su título LIV ordenaba que la Institución acordarla los medios más
conducentes para el establecimiento de Escuelas de Comercio, Pilotaje,
Agricultura y Dibujo, de cuyas cuatro vino a ser ésta la última en crearse,
aunque su instalación efectiva no contara hasta que la Institución dispuso
edificio propio, lo que vino a ocurrir en 1795. Subsistió desde entonces
dependiendo del Real Consulado hasta que la nueva organización que a éstos se
dió en 1629, trajo la desaparición de la que fue Escuela de Agricultura,
pasando las de Náutica y Comercio a integrarse en el Instituto de 2ª Enseñanza,
mientras que la de Dibujo, aun continuando en el mismo edificio consular, vino
a quedar dotada con fondos provinciales y función Independiente de las
anteriores.
Cuando esta Escuela apareció en la linde del arte pictórico
español, en el centro de su ámbito se elevaba Goya constituyendo una gloriosa
excepción en la mediocre y poco original pintura del siglo, en la que Mengs, a
quien en tal alta estima tuvo Carlos III, habla Introducido algunas reformas en
su enseñanza, logrando que su escuela sobrepujara a la de franceses e
Italianos, quienes hasta la llegada del alemán hablan Ido alternativamente
ejerciendo su influencia en el arte español sin más excepción que la
representada por Goya, cuyo genio se impuso al amaneramiento casi dominante en
todos sus contemporáneos.
Al abrir sus clases el Consulado, en aulas que Instaló en el
segundo piso del hoy desaparecido edificio que hubo en la plaza del Mar, ahora
del 18 de julio, el primer maestro bajo cuya dirección se desarrollaron fue un
don José Luciano García, quien figuró en la "planta" de la
Institución, ocupando plaza que estuvo dolada con 146 pesos ánuos, al que vino
luego a sustituir don Vicente Suárez Ordóñez, del que si bien se escribe que fuera
Italiano, sus apellidos bien parece negarle tal origen.
Mientras que del primero de ambos no existe noticia alguna
de obra que legara, en cambio, de cuanto el segundo pudo pintar, han quedado
seis óleos que muestran por asuntos el puerto alicantino, las cuatro partes en
que el mundo se consideraba entonces dividido, representadas por otras tantas
matronas y animales alegóricos, más otro Inspirado en la fabulosa conquista del
vellocino de oro, leyenda que se supone lucra la elegida por origen de la Orden
del Toison creada por Felipe II el Bueno, Duque de Borgoña, cuyo Gran
Maestrazgo pertenece de siempre a los Reyes de España como Jefes y Cabezas que son
de la Casa de tal linaje. Esta pintura bien pudiera por alguna ignorada circunstancia,
aludir al collar de la Orden con que las armas de Alicante vienen condecoradas,
privilegio cuya concesión es conocido se debe al César Carlos, quien agradecido
lo otorgó a nuestra ciudad por los servicios que le prestara, ya fuera por no
"agermanarse", ya por no haber permitido que las rentas de la corona
corrieran con el gasto de amurallarla o reparar sus defensa.
Todos los dichos lienzos, que antes ornaron los salones del
Consulado, y de las Juntas de Comercio y de Agricultura, figuran hoy en la
pinacoteca de la Excma. Diputación Provincial, donde con el mismo origen existe
también una Judith mostrando la cabeza de Holofernes, óleo debido al pincel del
célebre José Aparicio Inglada, quien luego de pasar por las aulas consulares llegó
a ser Académico de la de San Lucas en Roma, Director de la Escuela de San Fernando,
y pintor de Cámara de Fernando VII.
Sobresalieron también entre los pintores que más destacaron,
con el mismo origen de enseñanza, Vicente Rodes Artes y José Peyret, ambos
alicantinos, de los que a Rodes, que pintó desde los 12 años, luego de estar
pensionado por la Institución para seguir estudios en la Real Academia de San
Carlos de Valencia, y cuando solo contaba 18, en 1809 le fue expedido por la
Junta Central del reino el nombramiento de Director Interino de la Escuela
consular con opción a la vacante tan luego se produjera.
En cuanto a Peyret,
que formó parte de la primera comisión encargada de crear una Biblioteca y
Museo provinciales con todo cuanto fue patrimonio de los monasterios y
conventos cuando se produjo la desamortización, de su paso por el Consulado
quedaron cuatro cuadros de indisputable mérito de los que dos tuvieron por
motivo las artes, otro un Tobías limpiando los ojos a su padre con la hiel del
pez que sacó del Tigris por mandato de San Rafael, y el cuarto lo halló en el
pasaje que recordaba a los judíos dispersos en Asia pagando su tributo a los de
Judea. A su arte se debió también una Isabel II que pintó para la Sala
Capitular del Ayuntamiento, obra por la que éste pagó 400 reales de vellón.
Otros pintores también notables con Idéntica procedencia,
fueron Guillén Llobregat, miniaturista, habilidosa técnica muy en boga y
considerada entonces, y Berenguer, del que existió una magnifica y bien lograda
cabeza de San Vicente Ferrer.
De Carlos III, IV, Fernando VIl, Isabel II, y Amadeo de
Saboya, también figuraron retratos en los salones consulares y luego en los de
la Real Junta de Comercio, los que durante sus respectivos reinados presidieron
los estrados de ambos Tribunales. De todos ellos tan sólo hoy dos existen: un
Fernando VII, que se atribuye a Vicente López, y el Amadeo, de gran traza, que
viene firmado por Agrasot, pintor oriolano que fue pensionado de la Diputación.
Presidiendo el oratorio donde se rezaba siempre una misa
antes de que el Tribunal consular o el de la Real Junta actuase, hubo una talla
de la Concepción, de cuyo autor no hay noticia, si bien para Vila y Blanco fue
Imagen de gran mérito y valor.
De los muchos cuadros que entonces existieron debidos tanto
a los alumnos como a sus maestros, da idea el que de ellos se usara para
adornar la fachada del edificio en ocasión de proclamaciones o fiestas de notorio
relieve, entre las que cuando se celebraba la que halló motivo en el abrazo de
Vergara, prendióse fuego a todo el entorno, desapareciendo en el siniestro buen
número de obras, ricas colgaduras y otros objetos de valor, pérdida de suyo
sensible pero que en parle indemnizó Peyret, quien reprodujo muchas de los
lienzos que entonces se quemaron.
Nota: El edificio del Consulado del Mar estaba en la Plaza del Ayuntamiento, en la parte derecha mirando desde el Ayuntamiento, donde hoy se encuentra las oficinas de Urbanismo.
Juan Luis Torras Sánchez
Relaciones Públicas y Protocolo