<LA MESA PRESIDENCIAL DEL ACTO, (por la derecha) DORI MOLINA,CONCEJALA EN FUNCIONES DE CULTURA, JOSÉ MARÍA LÓPEZ CONESA, CARLOS BERMEJO Y IRELFAUSTINA BERMEJO. Y COMO CONVIDADO EN EL LIENZO QUE LE HICE, MI CUÑADO SALVADOR GARCIA AGUILAR, CUYO NOMBRE LLEVA LA BIBLIOTECA>
<IRELFAUSTINA BERMEJO, DANDO LECTURA A LA BIOGRAFÍA DEL AUTOR DE "HISTORIA DE YO"
<POCOS, PARA LO QUE UNO ESTÁ MAL ACONSTUMBRADO, PERO EL MEJOR DE LOS AUDITORIOS DE LOS QUE PODRÍA TENER: LA GENTE DE MIS RAÍCES VITALES>
<JOSÉ MARÍA LÓPEZ CONESA DURANTE SU INMEJORABLE ALOCUCIÓN>
<GESTICULANTE Y DISTENDIDO, CARLOS BERMEJO DURANTE SU "DESTAPE" EMOCIONAL Y HUMORÍSTICO>
<LA VIGILANTE DE LOS LIBROS, ANTES DE QUE DESAPARECIERAN PARA SER FIRMADOS>
<CARLOS BERMEJO HABLA SOBRE SU HISTORIA NARRADA EN EL LIBRO>
<EXCESOS GESTICULARES UN TANTO DESMEDIDOS, DEL AUTOR DURANTE SU DISERTACIÓN>
<TAMBIÉN SE LE SOLTÓ SU VENA HUMORÍSTICA>
<MI PRIMA FAUSTINA Y ESPOSO, EL ALCALDE EN EL CENTRO ( posicional y político)Y MIS HERMANOS AURORA Y JOSÉ MARÍA: TODOS ELLOS AMIGOS DE TODA LA VIDA>
<JUAN CARLOS BERMEJO, HIJO DE MI PRIMO HERMANO "JUANITO", PERSONAJE ENTRAÑABLE EN MI LIBRO Y EN MI VIDA>
<LA COLA PARA SOMETER AL "CALVARIO" DE LA FIRMA AL QUE YA NO SE ACUERDA DE ESCRIBIR A MANO>
<EL REELEGIDO ALCALDE, SIEMPRE ESTÁ DONDE TIENE QUE ESTAR Y NO FALTÓ AL ACTO CULTURA DE LA PRESENTACIÓN DE UN LIBRO, QUE ADEMÁS ESTÁ ESCRITO POR UN AMIGO DE SIEMPRE>
<DIALOGO ENTRE AMIGOS, EL ALCALDE Y EL AUTOR>
<POR FIN, EL SUPLICIO SE FUE ACABANDO>
<Y EL BROCHE, LA FIRMA PARA CONCHITA LA EXTRAORDINARIA MUJER QUE LA SUERTE LE OFRECIÓ AL MAYOR DE MIS SOBRINOS, JOSÉ BERMEJO, AUTOR DEL COMPLETO REPORTAJE FOTOGRÁFICO DE ÉSTA CRÓNICA>
Ayer tuve en Molina de Segura, un entrañable
reencuentro con el paisaje y con alguno de los personajes que viven en mi libro
autobiográfico “Historia de yo”, y con una serie de amigos virtuales a los que
pude saludar y poner rostro actual al margen de sus perfiles en Facebook, y en
especial con familiares a los que hacía mucho tiempo que no veía.
El acto represento para mí, una vuelta al
nido deshabitado por mucho tiempo, del que salí para volar por otros lugares.
Pero allí estaban esperándome para recordar juntos, muchos de los amigos que en
mi niñez y adolescencia vivían en nidos vecinos y con los que entonces nos enlazamos
para siempre, porque en el árbol común de esos primeros años, además de la
amista imperecedera, se forjaron los principios base de lo que hoy somos, pese
a los matices personales.
Y allí estaba media corporación municipal,
encabezada por el recién reelegido alcalde, Eduardo Contreras y entre ellos la
concejala de Cultura en funciones, la popular y querida Dori Molina López, que
presidió al inicio la mesa y tras saludar a los asistentes se congratuló de
poder tener estos encuentros con escritores, como los que hoy se sienta en esta
mesa, que vienen a presentar sus libros y contarnos como se gesta un libro y a
darnos la oportunidad de conversar con ellos, hacerles preguntas y con ello
seguir promocionado todo lo que tiene que ver con la cultura en general y en este caso con la cultura local pues se
trata de escritores molinenses.
Tras sus palabras la concejala tomo asiento
entre el público y siguió el acto de presentación hasta el final, juntos a sus compañeros de corporación.
A continuación, Irelfaustina Bermejo
Hernández, sobrina de quien esto escribe y conocida divulgadora cultural,
escritora, poetisa y actriz, dio lectura a la biografía literaria del autor de “Historia
de yo” y una sinopsis del libro.
Y ya tomó la palabra, el presentador JOSE
MARÍA LÓPEZ CONESA, escritor y docente, filólogo y divulgador cultural, quien
en un escrito pieza de gran valor literario que confirmó mi acierto al pedirle
a él que me presentara el libro, hizo un
enjundioso repaso de lo que habia encontrado en mi historia, que merece
ser reproducido en sus integridad para aquellos que saben degustar la buena e imperecedera
literatura de raíz clásica actualizada con la que José María se expresa:
“Casualmente, en una brillante y literaria narración del crimen de Marquina,
el famoso boticario residente en Molina, tuve
ocasión de conocer a Carlos. El pormenorizado relato del infausto
suceso, conocido por muchos paisanos y vivido por otros tantos en los primeros años de nuestra vida,
en la década de los cincuenta, cuando Molina era un pueblo de vecinos y las
noticias corrían como reguero de pólvora, me retrotrajo a mis primeros años de
niño, época inolvidable que deja profundas huellas en el alma de todos los
mengajos que pasábamos casi todas las horas del día pisando calle bajo la
inmensa carpa del cielo.
Aquella forma
casi subliminal de contar tamaña tragedia fue un aldabonazo a mi conciencia. Me
quedé absorto, sin pestañear, mientras Carlos Bermejo mantenía a la
concurrencia que le escuchaba con el alma en vilo regocijándonos con su docto
verbo. Un encanto, el regusto de tan bella exposición.
Descubrir la
para mi desconocida faceta literaria de Carlos Bermejo me produjo una extraña
mezcolanza de pena y alegría. Pena, porque dos hombres con mucha vida a cuestas
apenas sabíamos uno del otro la gozosa ilusión por las letras que hubiéramos
podido compartir muy a menudo. Y, a la vez, alegría, ya que, como dice el
refrán, nunca es tarde si la dicha es buena. Así, me enganchó el ansia de
conocer a este insigne hijo de Molina nacido en el seno de una de las familias más populares y prolíficas de este bendito
pueblo.
No entra dentro de lo hiperbólico, tras haber
investigado la persona de Carlos, proclamar a los cuatro vientos que Carlos es
un vasto talento enciclopédico. Tengo constancia de su amplio conocimiento de
la historia del arte, de su sensible pincel de marinas, bellísimos cuadros
policromados en los que plasma con antológico realismo tres elementos constantes: el mar, el cielo y el barco, de
sus incontables horas de lectura, de su poder de captación de socios que se
aglutinan en la Asociación de artistas alicantinos y para completar con
brevedad su biografía, su labor literaria que culmina, por el momento, con esta
Historia de Yo y a la que han precedido otros escritos: “Mirar un cuadro y algo
más” y “Sorolla pintor de la luz”, en colaboración.
Por razones de
vecindad y cotidiana convivencia he mantenido estrecha relación amistosa con
varios de sus hermanos y hermanas, primos, sobrinos y otros muchos familiares
cercanos. No en vano, la familia de “los sastres” hunde sus raíces en la
atávica y profunda historia de nuestro pueblo. Y mi familia “los canelos” es
igual de ancestral y portadora de similares valores e inquietudes con
ribetes seculares adornando un honesto y
armónico proceder en los variopintos aconteceres de la fratricida contienda
civil.
Pero de Carlos
sólo sabía de su existencia, de su profesión militar. Hoy día, como alumno
interesado, he recopilado novedades, he ampliado mis conocimientos apilando en
la recámara del cerebro datos e informes que me han llenado de felicidad. Y
para colmo de gozo, se planta en mi vida un hombre bien dotado de amor al arte
de las letras y cultivador del arte pictórico. Lo de bien dotado lo haré
extensivo en otras parcelas sui generis a lo largo de la puesta de largo de
esta obra HISTORIA DE YO, una autobiografía verdaderamente singular, explícita,
deletreada “a riego portillo”, donde el autor nada, o casi nada deja a la
imaginación del lector.
Carlos,
presumo, es un artista en cuerpo y alma, pero no al uso. Sus escritos, para un lector lego, bien
podrían ser intencionadamente provocadores, pero nada más lejos de la realidad.
Volcar en un escrito el ardiente fuego de la incipiente sexualidad puberal a pecho descubierto, sin tapujos solo es
propio de personas desinhibidas que saben hasta donde pueden llegar en la
exposición de los hechos sin mácula, sin la tacha de la zafiedad, lo
escabroso y lo soez.
Su
hermana Aurora, comentando la valiente
exposición de Historia de Yo, me hizo comprender la causa de literatura tan
audaz. “Mi Carlos –me dijo- siempre ha vivido en otros ambientes”.
Distribuido en
dos largos apartados, nos cuenta Carlos sus vivencias más íntimas Y si bien hay
que resaltar su tendencia a describir las aventuras amorosas, el despertar de
la carne (Carlos siempre ha tenido la
carne despierta) con el más puro realismo, no exento de cierto encanto poético,
nada vemos de chabacano, obsceno y de mal gusto. Eso sí, Carlos priva al lector
de forzar su imaginación, ya que el plato le es servido ya muy bien sazonado,
sin precisar más adobe. Y los platos, rebosantes de excelentes viandas, son innúmeros y para todos los gustos.
Esta
autobiografía la inicia Carlos con los muchos recuerdos de su niñez y se
trasluce de su lectura el insuperable amor de sus progenitores y el inmenso
calor de hogar en el que se movía el pequeño rubio de pelo rizado. La impronta
que la familia dejó en él ha sido una constante durante toda su vida. Admirable
panegírico en loor de José María el sastre y María la de Ignacio, en el que se ensamblan
a la perfección el resto de sus hermanos y hermanas.
Esta tarde no
voy a convertirme en el destripador de Historia de Yo. Acaso, unos tenues pergeños que conviene
calibrar bajo el prisma de una crítica nutrida de pasión poética. Es el lector
quien puede desentrañar en esta novela las andanzas de su autor y analizar la palpable realidad de
lo escrito. Cualquier otro cometido, amén de no verlo procedente, sería una
fatua manera de usurpar a los buenos
lectores un puesto que no me corresponde.
En líneas
generales este libro es un amplio muestrario de emociones sexológicas, de
represiones irreprimibles, de
avanzadillas, enhiesta la bandera, a la conquista de cuerpos y almas.
Relata Carlos
con toda suerte de detalles una niñez plena de atenciones por parte de sus
siete hermanos, de las doncellas, de sus padres, en especial de la madre, su
gran maestra, protectora y educadora en un ambiente de religiosidad católica,
apostólica y romana. La cercanía de la
iglesia de la Asunción, la asistencia a misa y el tronar de las centenarias
campanas eran constantes vivificadores de aquella fe de catolicismo social.
Recuerda
Carlos:
“Profundamente
religiosa, católica, apostólica y romana, mi madre rezaba tantas veces al día
como un islamista ortodoxo: se levantaba con una oración en la boca dando
gracias a Dios por el nuevo día; se arreglaba y, generalmente en compañía de mi
padre, cruzaban la calle y con el reclinatorio en la mano, se adentraban en la
Iglesia frente a mi casa. Al regresar después de oír misa y comulgar y casi
siempre confesar (no sé qué pecados pues nunca les vi reos de ninguno),
desayunaban a mesa y mantel, no sin antes
dar gracias a Dios por los alimentos que vamos a tomar; a las doce del mediodía y al toque de las
campanas que casi se metía en mi casa se
rezaba el “Ángelus… Al anochecer, con el toque de ánimas, de nuevo mi madre
volvía a rezar… Y ya para finalizar el día el santo rosario en la cama con un
estrambote de un último padrenuestro por las ánimas del purgatorio…”
Carlos acechador de doncellas:
En su primer
viaje a Madrid con su primo José a
lomos de una moto Ossa 125 se hospedaron en una pensión. Durante la noche un
marido infiel mantuvo escabrosa relación
con una señora que se sometió a todo tipo de excentricidades eróticas envueltas
con frases malsonantes, soeces y que quitaron el sueño al bueno de Carlos. Fue,
según creo, el abrir de nuestro literato al mundo de la explosión sexual.
Antes, tan sólo algún escarceo con primas y doncellas le habían descubierto la
diferente condición somática del macho y la hembra.
Unos diez años
tendría Carlos cuando jugaba a los médicos con sus primas debajo de las camas,
rozaba su cuerpo con el de ellas debajo del agua de la acequia que pasaba
cercana a su domicilio o permitía que la prima buscara con su mano al fantasma
que presumía habitaba en la entrepierna de Carlitos.
Carlos en
aquella época en que buscaba de continuo
la ocasión para desentrañar los misterios de la carne también fue cuando se
enamoró apasionadamente de María José, vecina del barrio de san Roque y que era
la viva imagen de Liz Taylor. Amor que no prosperó por admoniciones de su
madre y, especialmente, al enterarse de
que la joven andaba en amores con un muchacho del barrio cinco años mayor que
él. Lo que indica que en cuestiones de amores Carlos no se paraba en pelo: amor
carnal, platónico, sentimental…
La picaresca y
los ayuntamientos entre las doncellas y los señoritos es una constante en la
literatura. En casa de Carlitos las hubo de variado calibre ético.
Cuenta Carlos:
“Margarita me
cogía entre sus brazos y yo, falsamente adormilado y con la excusa de no caerme
cuando me subía por la larga escalera
que llevaba a los dormitorios, me abrazaba a ella con fuerza hasta sentir
clavados en mi pecho las puntas de sus senos turgentes, lo que me provocaba un
placer que ella notaba, pues subiendo me decía:
-Anda, no te
hagas el dormido – a la vez que sonreía pícaramente, dándome a entender que
ella estaba al cabo de la calle respecto a mi simulado sueño.
Me dejaba en
la cama y decía, dándome unas palmaditas en el culo.
-Y ahora a
dormir de verdad. No te vayas a entretener con otras cosas… que te conozco.”
Pasan algunos
años y Carlos se incorpora como voluntario al servicio militar en Madrid donde
pasará mil aventuras amorosas, algunas
privaciones económicas por invertir parte de la cuota mensual que recibía de su
casa en visitar museos, cafés, cines y adquisición de libros. Sigue siendo
generoso con distintas jóvenes a las que atrapa con su reluciente verborrea,
con sus dotes de orador, de poeta, de escritor versado y sociólogo transcendente.
Durante un
permiso en la mili, llega a Molina y se enamora de una tal Fina, costurera en
la sastrería de un primo suyo. La chica
quinceañera no está por la labor de caer rendida a los pies del dicharachero soldado. Y Carlos escribe con notable sabiduría
que “no cobró la pieza” por obcecarse en
pensar que el deseo es amor. A Carlos le bastaba ver unas bragas blancas para
elevar su libido e izar bandera, el fantasma que su prima quiso descubrir en su
entrepierna.
En la capital
de España seguirá acechando doncellas y así, se relacionará con varias de
ellas, sin más miramiento, sin escudriñar la clase social, únicamente,
procurará desechar a las rubias y primará su preferencia por las morenas. Cosas
de Carlos. Ayudado de su vena literario-poética, arrasa conquistando a ARx,
a María Dolores, XXX , estrecha en lo
tocante al sexo y hermana de un capellán del Ejército del Aire, la “lapa” del
guateque de aquella época, la alemana Elke Sommer que Carlos trajo a Molina
pensando que llegaba a su casa el amor de su vida, pero que la relación
fracasó porque era “la más rubia de las rubias”.
Ávido de
cultura, Madrid le ofrece inmejorables condiciones para llenar su espíritu de
arte, teatro, libros, conferencias y cines. Conoce a Camilo José Cela, a
Bárbara Rey, a José Nieto, Luís López Anglada, visita el Café Gijón. No dejaba escapar un ápice de
cultura, incluso asistía a revistas picaronas con tal de verle los muslos a
Celia Gámez o Queta Claver.
Su definitiva
conquista: Carlos llega al “no hay más”.
La pluma de
Carlos se convierte en afilado acero, enardece y nos aguijonea cuando aborda
los más que sublimes ardores de enamorado al conocer a su Loli, la mujer de la
que se prendó desde el mismo momento en que la vio por vez primera
“en la puerta de su casa en Pérez Galdós a las
cinco de la tarde, hora muy torera para salir a dar nuestra primera vuelta por
el Madrid de mis sueños, y que con ella, a partir de aquel día, sería el de
nuestros sueños,” escribe Carlos.
Llegado a
estos últimos apartados del relato, a fuer de ser sincero, debo manifestarles,
amable concurrencia, que no hallo las palabras acordes y que definan la
aplastante sinceridad, claridad y sencillez las virulentas, apasionadas
epopeyas de Carlos y de Loli, de Loli y de Carlos enzarzados en una loca pasión
amorosa que desde continuos atisbos e intentonas a “lo menos” concluyen, en una
nerviosa e inolvidable noche de boda cordobesa, con el ansiado climax
de “lo más”. Ustedes son los privilegiados descubridores de los
insondables misterios que Carlos destapa
y rescata del inmenso silo que construyó en su alma.
Termino mi
alocución con la sensación de no haber logrado exponer con el rigor que merece
esta magnífica Historia de Yo. Me quedo con la enorme satisfacción de guardar
en los recovecos de mi memoria y en las profundidades de mi alma los episodios
más agradables que, como asiduo lector, he hallado en esta obra literaria, por
cuyo seguro éxito apuesto el doble contra sencillo.
Si desean
disfrutar con la literatura poética, háganme caso, lean y relean esta admirable
obra que, a buen seguro, lo agradecerán.”
Tras su
alocución cerré el acto, con las siguientes palabras:
Antes
de que se me vaya el santo al cielo donde habitan desmemoriados y emocionados,
me vais a permitir que de lectura al capítulo de agradecimientos, que suele ser
el que se olvida en ocasiones tales como ésta.
El primer lugar agradecer a Manuel Moyano y a
Concha Peñafiel rectores de esta sacrosanta casa, -que para mí lo es por el
doble motivo de ser Biblioteca y por llevar el nombre de Salvador García
Aguilar-, el que hayan aceptado mi solicitud de presentar aqui mi libro HISTORIA DE YO.
Esto es algo que me llega al corazón o a lugar donde
residan los sentimientos más profundo, porque, ¿cómo podría haber pensado yo en
mi adolescencia, cuando Salvador, por entonces novio de mi hermana Aurora, me
prestaba libros de su biblioteca
personal, que un día que es hoy, podría estar presentado un libro escrito por mí,
en la excelente biblioteca municipal que
lleva su nombre?
Ni él ni yo, seres imaginativos llenos de
sueños ocultos nunca soñamos con esa posibilidad.
En segundo lugar, agradecer a JOSÉ MARÍA
LÓPEZ CONESA, escritor y docente, filólogo y divulgador cultural, que aceptara
mi proposición insolente de presentar ante vosotros mi libro, cuando al
pedírselo llegue a pensar que, para él, hasta podría ser, además de malo,
indecente. Y ¿por qué se lo pedí a él?
Porque por razones de edad y de prestigio humano, cultural y literario, él podría comprender mejor el
paisaje y el paisanaje, de aquellos años de las posguerra incivil, en la Molina en la que se desarrolla la narración
de mis primeros diecinueve años de vida, en la que yo era hasta un niño
privilegiado porque su tío “Perico el
zapatero” me hacía sandalias de cuero a medida, mientras la mayoría de los
niños apenas si podían llevarlas de espalto y lona.
Y finalmente agradecer a todos los que, por
conocer más al presentador que a mí,
y a mi familia que se encuadra en
la gran familia de “los sastres”, habéis
tenido la deferencia de asistir al acto de presentación de un libro de
memorias, escrito hace cinco años con el corazón joven y la mente despejada,
para leer y recordar en la intimidad de
dos en compañía, y que al final, porque alguien me aconsejó y García
Márquez me dijo que un escritor “Vive
para contarlo”, lo he sacado a la opinión de los lectores y de vosotros que
ahora os dejare la palabra para preguntarme lo que queráis y yo decir lo que
pueda.
Pero antes de podáis disparar vuestras
preguntas y teniendo en cuenta que la mayoría de los que hoy estáis aquí, no
habéis leído el libro, voy a hacer para vosotros algo que antiguamente se hacía
en Molina con los melones, daos a cata trozos del melón de mi historia
extractando algunos párrafos de los veintidós capítulos y un epilogo de los que
consta el libro:
Después de esas palabras y estimulado y
agradecido por lo que de mí y de mi libro habia dicho mi presentador, se me
destapó el frasco de mi más encendida verborrea, y distendido, seguro y con el
auditorio de mi parte, desgrané mis ideas, di lectura a un extracto de algunos de
capítulos más sentimentales para mí: los referidos a mis padres, conté cómo se gestó
el libro, (en un principio para ser leído a dos como un una “Historia de O”
casera para reverdecer pasadas y fogosas pasiones de cuando todo estaba
prohibido en cuestiones sexuales y nosotros –Loli y yo- nos tomábamos pequeños
y furtivos anticipos a cuenta de lo que sería cuando estuviéramos casados) y
algunos otros, que pusieron fin al acto a una hora pasada del cierre habitual
de la Biblioteca.
Después y mientras los asistentes, degustaban los ya
clásicos y populares “borrachuelos” con los que Loli, mi mujer y álter ego de todo lo que soy, se gana,
tambien por el gusto, a los auditorios que acuden a escucharme, vino “el calvario”
de firmar ejemplares del libro, pues tras años de escribir a base de golpes
inmisericordes sobre el teclado, mi sensibilidad táctil para escribir “a mano”
ha desaparecido y mis lectores quizá tendrán que recurrir a sus médicos de
cabecera para descifrar mis garabatos.
Carlos Bermejo
Autor de “Historia de yo”
Molina de Segura y San Vicente del Raspeig, 17 de
junio de 2015
85 FOTOS DE PEPE BERMEJO
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